“No le quites a un hombre la esperanza, pues puede ser lo último que le quede” “En realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros (V. Frankl)”

Continuando con los temas de la precaria salud mental (o mejor, el malestar emocional) en el mundo actual, y luego de analizar un poco el problema de la soledad (interior) de la persona, analizaré en este blog un poco de un tema fundamental: LA DESESPERANZA, EL ‘NO FUTURO’.

1. Ante todo, lo enmarcaré en algunos aspectos claves de la vida actual, sin saturar con números y análisis de las grandes problemáticas que se relacionan con estos temas, como pueden ser: el cada vez más complejo problema de las migraciones; los muy altos índices de desplazamiento forzado (que desarraigan a las personas); la muy alta desigualdad, altos niveles de pobreza e inequidad; la crisis climática (no solo como causa de fenómenos como los anteriores, sino también como generadora de pesimismo), y, creo firmemente, la sensación de vulnerabilidad que dejó la pandemia de Covid.

Sorprende que estos fenómenos se ven a nivel global y local. Es decir, la “enfermedad es de todo el mundo, en mayor o menor grado”.

Un primer caso, que sirve muy bien de modelo, es el de los llamados NINIS, que son los jóvenes que NI estudian NI trabajan, dentro de los que se distinguen los desempleados (buscan trabajo pero no lo encuentran) y los inactivos (no buscan trabajo, por pérdida de entusiasmo o por circunstancias adversas). Es más alto el porcentaje en jóvenes de 19 a 24 años que entre 25 y 29, considerándose esta la población social más vulnerable. Y en este caso, el fenómeno es mucho más alto en la población femenina. En síntesis, un aspecto clave de este fenómeno es el efecto que tiene a largo plazo para los individuos, y también para las economías.

Otro fenómeno clave es el de los migrantes, tan actual, con efectos muy complejos como la polarización política y el populismo. Baste citar que según la OIM a fines de 2.020 se estimaba que unos 281 millones de personas eran migrantes, un 3,6% de la población. En Colombia, solo los venezolanos sumaban 2,8 millones. Y en el caso del desplazamiento forzado, muy ligado a la migración, según la ACNUR a fines de 2.023 había más de 117 millones de desplazados, el 1,5% de la población mundial; de estos, 75,9 millones eran desplazados internos (68,3 m. por conflictos y violencia, y 7,7 m. por desastres naturales). En Colombia, según el Registro Único de Víctimas, los desplazados internos eran a fin de 2,.023, 5.077.100 personas. Y cerrando este tema de fenómenos y estadísticas, el tema de la inequidad puede ejemplificarse con un dato de Oxfam Intermon: el 1% de la población mundial más rico posee la misma cantidad que el 95% de esta población sumados.

2. Sirva lo anterior, árido en sí mismo, solo para dejar claro que existen grandes cantidades de personas en el mundo, y en nuestro medio, cuyas circunstancias les son sumamente adversas. El entorno no ayuda, y el pesimismo y la desesperanza se consolidan. El “para qué lucho” . Todo lo anterior, y varios otros fenómenos que ya analizaré, a nivel emocional se refleja en los altos niveles de suicidio (especialmente entre los jóvenes), depresión, ansiedad y otros.

3. ¿Qué genera esperanza? ¿Qué hace que el individuo busque superar obstáculos tan profundos?

Hace algún tiempo escribí un blog, en el que usaba el concepto de Tierra Prometida, haciendo una analogía con Moises guiando al pueblo de Israel en la búsqueda de una tierra prometida, pero teniendo que atravesar el desierto. Y preguntaba por qué sigue uno en la mitad del desierto, y no se deja morir a pesar de la tremenda dificultad de atravesar un desierto. Y la respuesta: por la ilusión de un futuro mejor. Por eso lucha el individuo contra la adversidad.

4. La resiliencia: Este concepto, tan de moda, pero tan sólido (vale para personas, hábitats, comunidades, etc.), y que puede definirse como “la capacidad de un sistema, una empresa o una persona para mantener su ‘propósito central´ e integridad de cara a circunstancias cambiantes muy dramáticas” (Andrew Zolli, Resilience, 2012), nos ayuda en el análisis. Cuando se habla de resiliencia en las personas, se encuentra que, contra lo esperado, aproximadamente un 80 % de las personas son resilientes. Digo así, que el ser humano viene diseñado para luchar. Y no sorprende: se codificó en el ADN de los primeros homínidos, para sobrevivir en un ambiente extremadamente hostil: o luchaban por sobrevivir, o se los comía un dinosaurio!

Hay mucho que se puede decir sobre la resiliencia en el humano. Por ejemplo, que es mejor concentrarse en las fuerzas que llevan a sobrevivir, que en los riesgos de las situaciones.

Para el caso de este blog, cabe decir que una variable crítica de la resiliencia es el TENER UN PROPÓSITO CENTRAL, que ayuda a seguir adelante cuando hay una fuerte adversidad. Esta idea la retomaré en breve, pero es central.

5. Más allá de sobrevivir o remontar la adversidad: La resiliencia es crucial. Pero no basta con buscar sobrevivir. Hay que lograr VIVIR. Vivir con sentido.

Cuando hablamos de SENTIDO, podemos ver cómo es la variable crítica: ¿cómo poder disfrutar la vida, si dejé atrás mis raíces? ¿cómo, si no tengo oportunidades y la sociedad me deja de lado? ¿cómo seguir adelante cuando la vida me ha dado sorpresas demoledoras?

En este análisis pueden ayudar los conceptos de Víctor Frankl (El Hombre en Busca de Sentido), basado en la experiencia de este psiquiatra austríaco en campos de concentración como Auschwitz y Dachau. Algunas frases sobresalientes de su libro son:

«Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una sola cosa: la última de las libertades humanas – la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias – para decidir su propio camino»

•«Fue entonces cuando aprehendí el mayor de los secretos que la poesía, el pensamiento y el credo humanos intentan comunicar: la salvación del hombre está en el amor y a través del amor»

•«…pues aún en un campo de concentración es posible practicar el arte de vivir, aunque el sufrimiento sea omnipresente»

•«Es esta libertad espiritual, que no se nos puede arrebatar, lo que hace que la vida tenga sentido y propósito»

•«…en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros»

He utilizado también un ejemplo de una epopeya de supervivencia, recordada recientemente en una película de Netflix sobre los sobrevivientes del accidente de un avión en los Andes. Cito algunas frases de una conferencia muy interesante de Nado Parrado, quien junto con su amigo Roberto Canessa atravesó la helada cordillera para llegar a los “verdes valles chilenos” y desencadenar el rescate de los 16 sobrevivientes:

Sobre el amor: “Compartí con ellos lo que de repente me di cuenta que era la verdadera enseñanza de la tragedia: lo que nos salvó no fue ni la inteligencia ni el coraje, ni ningún tipo de competitividad o sentido común, sino NADA MAS QUE EL AMOR, el amor que sentíamos el uno por el otro, el amor por nuestras familias, por las vidas que queríamos vivir tan desesperadamente. Nuestro sufrimiento en los Andes se había llevado todo lo que era trivial e insignificante. Todos nos dimos cuenta, con una claridad difícil de describir, de que lo único crucial en esta vida es la oportunidad de amar y ser amado”.

•«Hago lo que sea por mis hijos»

•«El 100 % quería volver a ver a su familia»

•«Lo que hubiera podido decirles antes y no pude…SAY IT LOUD, SAY IT OFTEN» (que se les quiere)

•«Lo que quería decir (antes de morir, Arturo Nogueira) era que, incluso cuando nos lo habían arrebatado todo, podíamos seguir pensando en nuestros seres queridos, podíamos seguir aferrándonos a ellos en nuestro corazón y valorarlos como los tesoros de nuestras vidas. Al igual que todos nosotros, había descubierto que eso era lo único que importaba»

Sobre el valor de la vida: «Antes de morir, Arturo Nogueira, uno de los más valientes del grupo, repetía una y otra vez: ‘Incluso en este lugar, incluso aunque suframos, vale la pena vivir la vida’»

•«Encontrar la razón por la que estamos vivos…no solo estarlo»

•«Para mi, el auténtico milagro es que, al vivir tanto tiempo bajo la sombra de la muerte, aprendimos de la forma más vívida y transformadora lo que significa exactamente estar vivo»

•«Por primera vez desde el accidente me entrego, se me afloja todo el cuerpo, me orino encima y me convenzo de que ha llegado el final. Pero cuando comienzo a morirme, me surge una fuerza interior desconocida que me indica que este no es el fin, acompañada de una sucesión de imágenes entrecortadas de mi familia, donde se destaca el rostro sereno de mi madre»

Y otros: «Mi esperanza es que tú que estás leyendo este libro no esperes tanto tiempo para darte cuenta de los tesoros que tienes»

•Las falsas cimas (nunca es firme el piso, nunca hemos terminado de llegar a la meta…)

•El coraje sale del miedo

•«Nunca fuimos mejores personas que en la montaña»

•«Tu vida empieza mañana»

6. Todo empieza en el interior de la persona: Un análisis sobre estos temas, que no veo con frecuencia, es el que creo lleva a superar la adversidad, enfrentar con éxito las crisis, aflorar la resiliencia….: la REDEFINICIÓN.

El éxito está en lograr redefinirse con éxito. Muchas veces la vida nos ha colocado en una muy agradable zona de confort; pero algún día somos expulsados de esta. Y por fuerza, debemos redefinirnos. Quizá cosas como “soy exitoso…me quebré…no soy nada ni nadie….(lucho)…tengo toda la fuerza que necesito para volver a ser exitoso”… pero no necesariamente ser exitoso se basa en TENER, SER ADMIRADO, ETC, sino en ENCONTRAR VALOR EN MI MISMO Y AFIRMARLO.

A la par, quizá necesitamos redefinir la vida, nuestra forma de relacionarnos con el mundo…

Porque sobrevivir no siempre va a ser fácil pero de alguna forma u otra venimos diseñados para eso. Pero otra cosa mucho ménos fácil (si se quiere), es verdaderamente VIVIR CON SENTIDO.

7. Es la posibilidad de luchar, de construir sueños, lo que desata la gran fuerza que el ser humano tiene en su interior. No podemos basar nuestra calidad de vida en confiar que las circunstancias nos sean favorables. Necesitamos es saber que luchar es muchas veces la única opción, y que venimos diseñados para ello.

La soledad (emocional) del individuo

En reciente blog señalé que el estado actual del mundo genera grandes problemas de salud mental (prefiero decir que de Salud o Bienestar Emocional), y uno de los principales es la soledad de la persona, la cual a veces no es tan perceptible. Cabe una primera diferenciación a tener en cuenta: no es lo mismo la soledad física que la emocional. La foto adjunta se consigue gratis en internet al colocar “soledad en medio de la multitud”. Es exactamente esto a lo que me refiero: la soledad como estado interno del individuo.

Como no escribo un estudio académico, no anexaré estadísticas globales o locales. Baste con señalar algunas de las expresiones que esta toma. Podrá parecer a veces muy crítico, pero si así fuera no sería a personas individuales sino a las sociedades y culturas en que nos movemos. Que nos moldean y nos fuerzan a adaptarnos.

Expresiones de soledad afectiva o emocional, en ocasiones profunda, pueden ser fenómenos como el endiosamiento de las mascotas en el mundo moderno, las crecientes tasas de divorcio o rupturas de relaciones establecidas por años, la creciente (y a veces muy decepcionante) necesidad de acudir a aplicaciones digitales para conseguir amistades o pareja, la gran cantidad de adultos mayores y ancianos viviendo en condiciones de casi completa soledad (que quizá solo puede mitigarse interiormente), altos niveles de suicidio que se observan a lo largo del mundo, la decreciente  búsqueda de relaciones de largo plazo, las mismas edificaciones que se ven en ciudades actuales con alta incidencia de las llamadas “viviendas unipersonales”, y muchos más.

Pero hay una que me parece fundamental: el individuo se vuelve adicto (presa ?) de las redes sociales, quizá para “huir del anonimato” o para buscar “ser alguien para alguien”. En ese mundo digital donde abundan las conexiones falsas (fake), la persona se obsesiona por alcanzar la validación social a través de obtener “likes”, tan efímeros estos. Dado ello mismo, lo efímeros, debe conseguirlos permanentemente.

Un fenómeno relativamente ligado al anterior, que si bien es comprensible en el mundo laboral y en el tan comercializado en el que vivimos, es la búsqueda ansiosa del acrecentamiento de la llamada “Marca Personal”. En mi concepto se entiende por las exigencias del entorno, pero no deja de ser la búsqueda de proyectar una imagen positiva de si mismo exagerada para “obtener aprobación / ser deseado / obtener likes…”, pero en mi concepto es la antítesis de la que creo es la opción fundamental del ser humano: la búsqueda de la autenticidad, con todo lo bueno y lo menos bueno que cada uno tiene.

Utilizo un esquema de análisis para explicar como entiendo esta problemática. Extremadamente simple, del cual hablé en el pasado en mi blog. Consiste en diferenciar dos mundos complementarios e inseparables de la persona: el interno (o interior) y el externo (lo que pasa fuera de sí mismo). Y me voy a referir entonces a que igual, dado que el afecto es una profunda necesidad del ser humano, podemos referirnos a Afecto Interno y Afecto Externo, según la fuente donde se obtenga. El primero es fundamental pues es el que ayuda a sobrellevar los momentos en que no hay afecto de otros; de alguna forma sería la autoestima, pero este concepto me parece que no captura sino muy parcialmente la sustancia del tema.

El afecto que proviene de las relaciones de la persona con su entorno, con otros, es también fundamental dado que como digo “el ser humano es social hasta la médula”. No sobrevivimos sin los demás, y muchas de nuestras necesidades se satisfacen con otros. Para no ahondar en el tema, un ejemplo: el ostracismo (castigo en algunas comunidades primitivas que consiste en no determinar en absoluto a la persona, lo cual puede incluso conducir a la muerte de esta).

El asunto crítico se ejemplifica con la lógica matemática: el ser humano necesita el interno Y el externo (no es el uno o el otro, pero no ambos). Sin embargo, el “gran secreto” sucede cuando se requiere priorizar: en caso de entrar en conflicto ambos, lo saludable para la persona es optar por el interno. Lo contrario trae muchos problemas, potencialmente lo vuelve a uno “chantajeable emocionalmente”, perpetúa la soledad emocional, etc. (la base del apego o de la codependencia). Un muy curioso ejemplo se da con la fama: quien se hace adicto a esta (porque esto es lo que sucede con mucha frecuencia), no logra resistir no tener ese tan demasiado y tan ansiado afecto social. En parte esto explica por ejemplo por qué vedetes se vuelven esclavas de procesos que les “ayudan” a evitar (torpemente) la llegada de la vejez (botox, cirugías…), que pasa a considerarse como “el cáncer del anonimato”.

Analizando el Afecto Interno, puede apreciarse que hay una concepción incorrecta con el hecho de estar solo. Si bien no es lo deseable como estado permanente, una excelente definición de un famoso psiquiatra o psicoanalista de hace varios años expresa que la soledad debe entenderse como ESTAR CON UNO MISMO. La complemento un poco: si estar solo es estar con uno mismo, la soledad no debería ser algo doloroso…porque “estar bien solo”, es “estar bien consigo mismo”. De ahí viene mi entendimiento de que la búsqueda de la autenticidad es fundamental para la persona: encontrarla – en buen grado – es absolutamente consecuente con estar bien consigo mismo. Es estar alineado con quien realmente se es. Utilizo la siguiente frase para apoyar mi argumento, cuando ayudo a las personas: EL BIENESTAR EMOCIONAL DE LA PERSONA DEPENDE FUNDAMENTALMENTE DE UNA VARIABLE (NO SIENDO LA UNICA, PERO SI LA FUNDAMENTAL): LA CALIDAD DE LA RELACIÓN QUE LA PERSONA TIENE CON ELLA MISMA.

Esta debería ser la base de la sociabilidad del individuo. Lograr ante todo estar bien consigo mismo, tener una buena relación consigo mismo, y con esta base lograr construir relaciones sanas, saludables, con quienes lo rodean. Este es un tema donde se debe subrayar la CALIDAD, no la CANTIDAD. Como expresé recientemente, los estudiosos de la Felicidad señalan como una variable fundamental para encontrarla es el tener un mundo de relaciones con sentido.

Dicho en una sola frase: uno de los grandes problemas actuales de la humanidad, según este esquema de análisis, es perfectamente solucionable. Solo es tema de enfocarse en lo que más importa. Y de no dejarse cegar por los cantos de sirena de la aprobación social, tan agudizada hoy en el mundo de los “likes”.

El complejo mundo actual y cómo predispone a la persona a la ausencia de bienestar emocional

Hace ya muchos meses, si no años, que no escribo en mi blog. Con el inicio de este año 2.025 quiero volver a hacerlo, sistemáticamente. Por lo pronto me voy a concentrar en el mundo moderno y las diferentes problemáticas que afectan a los individuos, a nivel global o en ocasiones, más a nivel local. No haré un análisis ‘académico’, y menos, exhaustivo y profundo. Solo lo necesario para proveer un contexto.

Inicio citando un excelente párrafo, el primero, del siguiente libro:

El párrafo:

Traigo esto a colación porque creo que antes de buscar una visión optimista de la vida hay que ser ante todo realista. Buscar dimensionar y entender el mundo en que vivimos, los retos y dificultades que crea al individuo…solo así podremos buscar cómo enfrentar esos retos, que “están ahí”. La fuerza está en el individuo, sin duda. Pero sin desconocer nunca el mundo que lo rodea.

Inicio entonces con un breve listado de los problemas que se observan en el mundo actual que inciden en el bienestar de la persona. Esta información la saco básicamente de recortes de prensa guardados por algún tiempo (por ejemplo, estudios de la OMS). Los agruparé artificialmente y en lo posible señalaré en una primera instancia como afectan a las personas. En otras ocasiones seguiré con el análisis de las más importantes problemáticas que se encuentran en los diferentes estudios y análisis de expertos. Para luego buscar, en la parte más optimista, algunas salidas a estas problemáticas. Esto me tomará varios escritos.

Problemas sociopolíticos:

  • Polarización política y social extrema (conduce al incremento de la intolerancia al otro, cualquiera que sea la diferencia existente entre los individuos)
  • Crecientes desigualdades sociales y económicas (conduce a la desesperanza, especialmente en poblaciones vulnerables alrededor del mundo)
  • Migración y tensiones políticas (conducen a la intolerancia y la radicalización, a nivel global)
  • Conflictos prolongados a lo largo y ancho del mundo (guerras crónicas, tensiones elevadas entre bloques y países…)
  • Desplazamientos forzados (ligado a la creciente migración y esta a la extrema pobreza y a conflictos locales de los cuales debe huir masivamente la gente; conduce al desarraigo de la persona, la frustración, el sentido de no pertenencia – tan vital para la persona)

Amenazas globales:

  • Creciente crisis climática & calentamiento global (conduce a la desesperanza sobre un mejor futuro, clave en las nuevas generaciones)
  • Emergencias sanitarias generalizadas (conduce a un profundo temor, como la marca – estoy convencido – que nos quedó en el ‘inconsciente’ con la pandemia del Covid)

Problemas socioeconómicos y sociales en general:

  • Altos niveles de pobreza e inequidad en el mundo (conduce a la muy ‘corrosiva’ desesperanza, a la frustración)
  • Crecientes cambios demográficos a nivel global (conduce por ejemplo a que cada vez haya más adultos mayores, población esta muy vulnerable a la soledad)
  • Recesiones económicas y amenazas para conseguir empleos estables o formas alternas de ser productivo (conduce a una sensación creciente de inestabilidad y vulnerabilidad; creo que esto se observa en poblaciones crecientes de los que se llaman NINIS – ni estudian ni trabajan; o, a los temores crecientes ante el avance de la Inteligencia Artificial y el desplazamiento de las personas en el mundo del trabajo)
  • Elevados niveles de violencia (acá solo señalo los niveles dramáticos de violencia intrafamiliar o contra la mujer)

Si bien ya traté de señalar en qué forma afectan estas variables, señalo en breve algunos de los grandes problemas que se observan (o que yo mismo veo) y que afectan el bienestar emocional del ser humano en nuestro mundo actual:

  • Soledad del individuo (más profunda de lo que se percibe; la persona parece estar cada vez más acompañada, y en el fondo cada vez está más sola, al menos en el plano emocional)
  • Aislamiento y sensación de exclusión (“no soy parte de…, no pertenezco”)
  • Presión mal entendida a la excelencia (“haga lo que haga, no soy suficiente”)
  • Pérdida de sentido de vida (ejemplo, altos índices de suicidio, especialmente en población joven)
  • Depresión y perdida de alegría de vivir
  • Ansiedad y altos niveles de estrés
  • Desesperanza (“no futuro”, ligado a la pérdida de sentido de vida)
  • Sensación de vulnerabilidad ante altos niveles de maltrato (acoso sexual, violencia intrafamiliar, feminicidio, matoneo, etc.)
  • Problemas de autoestima (o mejor, deterioro en la definición y consecuente valoración que la persona hace de sí misma)
  • Desempoderamiento, entendido como la concepción de la persona como incapaz de modificar sus circunstancias

En otros blogs desarrollaré estos puntos en mayor detalle. Pero téngase en cuenta que más adelante buscaré concentrarme en las opciones del individuo, con base en la suposición fundamental, muy del estilo de Viktor Frankl, o por qué no, del famoso consultor y autor Steven Covey (Los Siete Hábitos de la Gente Altamente Eficaz), en el sentido de que aunque no se puede desconocer el efecto del entorno, la libertad y la fuerza del individuo están en su interior, y es en buscarla en lo que le conviene concentrarse. Esta es la base de la hoy tan de moda búsqueda de la felicidad.

¿Por qué nos queda más fácil odiar que amar?

Hoy se celebra en Colombia el Día de la Madre. Después de la Navidad es la fecha en que más se consume en el país. Pero paradójicamente es de los días más violentos del año. Y esta violencia surge principalmente en medio de las celebraciones familiares en torno a la figura de la Madre, probablemente con quien el ser humano suele tener la más importante de las relaciones, salvo la que tiene consigo mismo.

Ello me lleva a reflexionar un poco sobre el por qué nos ‘adscribimos’ con mucha mayor probabilidad al Odio, que a su opuesto, la otra punta de los sentimientos, el muy constructivo Amor.

Esta reflexión es como siempre muy parcial. Es un fenómeno cultural, político, histórico, etc. Pero acá me interesa analizar en breve lo que sucede al interior del individuo. Veamos algunos de los múltiples ejemplos que nos ofrece la realidad, tanto la actual como la histórica. Y tanto a nivel macro (geopolítica, etc.), como micro (relaciones interpersonales, e incluso, intrapersonales).

La Guerra entre Israel y los palestinos, la férrea defensa de los unos y el severo ataque de los otros. La Guerra en Ucrania. Las múltiples guerras actuales, de las que ni siquiera nos enteramos.

Las permanentes guerras que se dan al interior de las redes sociales. Solo basta con ver una nota en X (antiguo Twitter), o Facebook, para leer los comentarios posteriores y ver las profundas cargas de odio que se disparan personas que ni siquiera se conocen entre sí. O, la profunda polarización (política, ideológica, religiosa) que caracteriza al mundo actual, no solo entre países sino al interior de estos. O el creciente odio hacia los migrantes, que crece por ejemplo en Europa, permitiendo el avance de la extrema derecha (por ejemplo, Alemania viendo crecer al nacional socialismo, a casi 80 años de su vergonzosa derrota en la Segunda Guerra Mundial; o el avance de la extrema derecha en países escandinavos, tan tradicionalmente democráticos). O el creciente gasto armamentista en todo el mundo, cuando hay tantas prioridades que atender. Y finalmente, el ver cómo triunfan populistas que basan sus discursos en el odio hacia el otro.

La frase de la foto, de Buda, a quien admiro mucho a pesar de no ser budista, es de maravilla. El problema del odio no es ser víctima de este, sino tenerlo adentro. Es albergar en el interior el más corrosivo de los sentimientos. Sin embargo, queda la pregunta: ¿por qué es mucho más frecuente que el amor? ¿Por qué parece serle más fácil al ser humano, incluso a quien tiene valores ‘socialmente constructivos’, como decimos muchos que somos nosotros, odiar que amar?

Mi explicación tiene que ver con el dolor y su manejo. Este, el dolor, es el tema central de la vida humana. Nos es sumamente difícil aceptarlo y manejarlo. Y así, se nos transforma muy fácilmente en resentimiento, y al crecer este, en odio. Y si tenemos un “enemigo externo”, en quien focalizar nuestro odio, nuestro ego se reafirma como FUERTE. Y si además tenemos el soporte de un grupo de referencia (ejemplo histórico, el KKK en los Estados Unidos), nuestra reafirmación crece. No estamos solos en el odiar. Y nuestra responsabilidad por odiar se diluye.

Por el otro lado, el Amor es “débil”. Aquello de poner la otra mejilla, por ejemplo, es muy poco práctico en un mundo donde el poder sobre los demás prima.

En El Arte de Amar, Erich Fromm , excelente autor, habla de que lo importante del Amor es tener la Facultad de Amar. No es un tema de ser objeto digno de ser amado, o de buscar un objeto digno de recibir nuestro amor. Sino una facultad que podemos ejercer.

El odio también sería una facultad. La facultad de Odiar.

Parecemos preferirla. Tal vez por motivos de supervivencia. Cuando vamos en un Titanic, con nuestros seres más cercanos, y este empieza a hundirse al estrellarse con un iceberg, la fiera que habita nuestro interior sale a la superficie, y tira al mar a la anciana que quiere subirse a la balsa salvavidas en vez de nosotros. Y también tiramos al mar a los nuestros. Si se necesita.

¿Así somos?

La calidad humana, tan disponible y tan poco aprovechada

Después de casi 2 años, vuelvo a mi viejo blog. Amigo del alma, al que tenía abandonado. El que me conecta con lo buena vibra de la vida…

Vuelvo reseñando una bonita epopeya…

Veía hace pocos días la película con el magistral actor británico Anthony Hopkins, Lazos de Vida, basada en episodios de la vida real. El hombre de la foto, Nicolas Winton (más tarde nombrado Sir por la Reina Isabel), un ejecutivo de una firma corredora de bolsa en Londres, en los años previos al estallido de la Segunda Guerra Mundial. Sus padres, de origen judío y llegados a Inglaterra unos años antes, le inculcan unos valores que él luego dedica su vida a hacerlos “vivos” (bueno, ¿para qué más son los valores sino para eso?).

Dejando en parte su confortable vida londinense, viaja a Praga en los albores de la Segunda Guerra, y se encuentra con una espantosa realidad, que tanto se repite y con la que tanto nos habituamos….pero esta Praga es la capital del país al que Hitler da el “primer mordisco”, con la mirada cobardemente complaciente de Francia e Inglaterra. Y Winton se encuentra con una gran cantidad de familias judías, cuyo destino ya se vislumbra con mucha claridad: el fatídico Holocausto.

Contra toda la adversidad, dedica sus esfuerzos a la evacuación de centenares de niños judíos, buscando familias en Inglaterra y Europa, para que los acogieran temporalmente mientras pasaba la guerra.

Su labor fue titánica. Su madre, personaje central, que encarna el carácter que da el tener valores constructivos claros, se convierte en su mano derecha. De un realismo / pesimismo inicial, viendo la magnitud de la titánica tarea, y ante la respuesta de su hijo ante su reclamo de por qué dedicar esfuerzos a una tarea imposible (“tu me inculcaste esos valores, y solo los estoy viviendo”), se convierte en su corajuda aliada….

Rescatan centenares de niños. Pero el día que Hitler invade Polonia, todo acaba. El último tren, con más de 200 niños, es detenido por los nazis, y la titánica tarea termina.

Winton guarda profundo y muy triste silencio. Y un día, en forma relativamente fortuita, sin que Winton lo busque, su gran epopeya sale a flote. Y obtiene un nunca buscado pero siempre merecido reconocimiento.

Sirva esta película, actualmente en cartelera, para una breve reflexión…

¿No queremos encontrar la Mejor Versión de Nosotros Mismos…no queremos ser Mejores Personas…pero sin incomodarnos? ¿Sin arriesgar? ¿Sin ser dolientes de los enormes problemas que aquejan a tanta gente (enfermedad, hambre, pobreza, desplazamiento, migración, soledad, etc.)?

Ser Mejores Personas es linda opción…pero implica sacrificio individual. Y si no vemos mérito explícito o reconocimiento, no nos incomodamos.

La gran pregunta de fondo es ¿qué es lo que nos hace ser mejores seres humanos?

Sir Nicholas Winton nos de un ejemplo…

El mundo, dos años después…

Hace dos años escribí mi último blog. Hoy vuelvo a esta actividad, que me gusta mucho.

Mis últimos blogs giraron en torno a ese gran mega fenómeno que ha sido la pandemia por Covid 19. Digo ha sido, porque aún está ahí. Bastante controlada, si, gracias a la proeza de la ciencia que respondió de maravilla a ese enorme reto que significó ese tremendo episodio para toda la humanidad. La ciencia, con el desarrollo muy acelerado de las vacunas, nos ha sacado en buen grado de esa tremenda situación en la que la humanidad, tan arrogante ella, se dio cuenta de que no tenía control. Esperemos que no nos pase lo mismo con el cambio climático, pues hasta ahora seguimos sin preocuparnos realmente por esta potencial catástrofe (lo suficiente para actuar seriamente).

Pero me interesa situarme en el mundo actual, que sigue siendo muy complejo. La pandemia ha sido en buen grado superada. Pero no así sus efectos, en particular, en la economía global, y las crisis geopoliticas. La inequidad, la pobreza, el hambre, siguen sin solución. Y ahora, una consecuencia en algún grado de los remedios (inyección de enormes recursos a la economía, reactivación de la demanda cuando la oferta aún se encontraba pasmada por Covid 19, etc.), la inflación se desborda en todas partes, y así, se asoma la recesión, cuando ya la economía global anunciaba una buena reactivación.

Y como si fuera poco, en febrero de este año, Vladimir Putin desencadena la invasión a Ucrania. Estados Unidos y sus aliados responden en bloque. Pero esta invasión, y la respuesta de los aliados occidentales, crean enorme tensión. Y atizan la inflación y la recesión, a través del alza de los precios de los energéticos que mueven la economía, y de la escasez de alimentos (Ucrania, gran despensa de Europa). La tranquilidad, en que se basa el optimismo de los mercados, se vuelve trizas, y Europa vuelve a vivir momentos aciagos como los de la Segunda Guerra Mundial. Ya nadie se siente seguro. Y vuelven los atroces fenómenos migratorios, con millones de personas desplazadas de sus terruños. Se agudiza la polarización política e ideológica en el mundo entero, y el mundo se vuelve el oasis para los populistas, tanto de derecha como de izquierda.

El mundo se llena de sufrimiento. Y en todo caso, de desesperanza. Y en Colombia, la polarización política, en una sociedad basada en el odio y el resentimiento, llegamos a un escenario de altísima incertidumbre. Dos populistas se enfrentan por la Presidencia, habiendo sido destruidos los paradigmas políticos imperantes. La decepción de Juan Pueblo con las clases políticas, que tanto lo han defraudado, lo llevan a preferir las opciones que le pintan los encantadores de serpientes. Y mientras, el establecimiento ve como de un momento a otro, llegan al comando opciones más inciertas, pero que triunfan con base en su corrupción, ineficiencia y egoísmo (del Establecimiento).

Y la pandemia nos deja grandes secuelas. A nivel de salud mental, altos niveles de ansiedad, especialmente en la población joven e infantil. Entre otras. Y el real gran problema de la humanidad, el calentamiento global, se deja de lado, por no ser “prioritario” (Europa por ejemplo aumenta la asignación de recursos a incrementar el gasto en defensa).

En fin, para no hastiar, pasó la pandemia y la realidad nos recuerda que nada ha cambiado. Pesimismo? Realismo?

Hay un libro interesante (ver foto), de Feldman & Kravitz, en el que diferencian, en términos de opciones frente a la adversidad, entre sobrevivientes y supersobrevivientes. Los segundos van más allá de sobrevivir…crecen con la adversidad. En uno de los principales capítulos del libro, argumentan contra el “pensamiento positivo iluso” y defienden el “pensamiento realista”, atribuyéndole la característica de ser el único que lleva a moverse hacia adelante con éxito.

Vivimos tiempos muy complejos, sin duda. De cambio, de crisis, de zozobra, de sentir que tenemos poco control, de dejarnos invadir por las emociones (como el odio y el resentimiento en la política), etc. Pero quizá si entendemos mejor la dinámica de los acontecimientos, podremos enfocarnos en aquello que si crea valor, y así, solucionar los grandes problemas de la humanidad, que son aquellos que si no solucionamos nos afectarán a todos. A estos temas trataré de enfocar, en parte, mi blog, en esta nueva etapa.

Ojalá el Homo Sapiens se porte como tal. No como Homo Stultus Ambitiosus (Hombre Egoísta Estúpido, según el traductor de Google).

Juan Pueblo y el profundo marasmo de abril (el peor mes en la historia económica del pais)

En blog previo describía los inicios de la cuarentena obligatoria a la que nos vimos sometidos los ciudadanos de muchos paises en el mundo, en diferentes momentos. No había mejor opción, a pesar de los altísimos costos que se vislumbraban para la economía. Un brusco cambio en el entorno, que la humanidad hacía mucho no había tenido que vivir (quizá la última vez fue un siglo antes, con la Gripa Española, que entre otras, no fue originaria de España). Y así, ‘Juan Pueblo’ se ve de repente obligado a una muy larga estadía en casa, y tiene que aprender a vivir en el confinamiento.

Muy gradualmente el pánico inicial va dando paso al miedo y la incertidumbre. En la medida que empiezan a pasar los días, se va produciendo una especie de habituación. Sin duda persiste el temor al contagio. Pero ya protegido por el aislamiento, Juan Pueblo empieza a dimensionar la nueva situación, y a preocuparse por temas como ¿cuanto durará esta pandemia? ¿qué pasará con la economía? ¿cuándo se recuperará? En la medida que ve que las empresas sometidas a tan salvaje cambio en el entorno van quedándose sin flujo de caja y empiezan a despedir personal – cuando no, pactar licencias no remuneradas o bajas en el salario, Juan Pueblo empieza a temer por su empleo. Empresas que empiezan a quebrar; sectores que de un momento a otro se van a pique (por ejemplo, las aerolíneas, los hoteles – incluso el disruptivo Airbnb, que puso a estos últimos a temblar; los restaurantes; todo lo que está ligado al turismo; el sector del espectáculo; etc, etc. etc). La confianza del consumidor se desploma. Probablemente , Juan Pueblo acude a sus ahorros, cuando los tiene, o a las tarjetas de crédito, para su subsistencia inicial. La prioridad es aguantar el confinamiento, que entre otras, se va estirando cada 15 días, buscando aplanar la curva de contagios y garantizar una mínima respuesta del sistema de salud para cuando vengan los picos en la curva de contagios.

Así, Juan Pueblo se interna en casa, y empieza a adaptarse a una forma de vida en alto grado desconocida. Este profundo cambio en el contexto lo lleva a tener cambios en su comportamiento, que traen cambios en sus patrones de consumo. Estos, según las firmas consultoras expertas, son muy parecidos en todas partes.

Ante todo, Juan Pueblo adopta hábitos más saludables. Busca rutinas de ejercicio en casa, ya que clubes, gimnasios, parques y demás, están cerrados. Toca entrenarse en casa, y Juan Pueblo opta por bajar rutinas de entrenamiento, por ejemplo, por You Tube. Cuando puede, compra o alquila equipos (a los gimnasios que buscan sobrevivir con ingresos de este estilo).

Ya no puede ir a comer a restaurantes. Juan Pueblo (re) descubre el placer de cocinar. Aprende por las redes sociales (You Tube, amigas que saben cocinar y transmiten el conocimiento, etc). Cuando no cocina, pide a domicilio (especialmente pizzas o similares). Pero este cocinar en casa dispara las compras de alimentos. Y así, se da el boom de los domicilios, y el Ecommerce. Las empresas productoras se apresuran a ponerse al dia, a la brava por subirse tarde a la ola, con esta tendencia que parece que va a crecer mucho.

Juan Pueblo ya no puede ir a cine, al estadio, al teatro y demás. Pero descubre en el streaming un muy buen sustituto (y así, proveedores de contenido disparan sus ventas, como por ejemplo, Netflix). Por otro lado, Juan Pueblo es “social hasta la médula“; le hace falta el contacto social, que tiene en la oficina, el club, la universidad, etc. Y encuentra que puede hacer reuniones, celebrar cumpleaños, incluso despedir seres queridos, utilizando las plataformas que unen vía internet a las personas. Crecen así Zoom, Google Meets, Microsoft Teams, y demás.

Y se da el boom del teletrabajo. Basado en estas plataformas. Juan Pueblo descubre que termina quizá trabajando más. Asiste a múltiples reuniones de trabajo, con camisa y corbata, pero seguramente con el pantalón de pijama; solo tiene que cuidarse de que nadie se de cuenta.

Las universidades, centros de pensamiento y similares, ponen al servicio gratuitos webinars, conversartorios, cursos, etc, de todo tipo. Juan Pueblo aprovecha para aprender, mantenerse bien informado y entender la coyuntura que atraviesa.

Y niños y jóvenes descubren que el confinamiento no implica largas vacaciones. Las plataformas virtuales se encargan de hacerle ver que aquello de las tareas, los parciales y demás, sigue. No le toca ir al colegio, pero sí estudiar. La parte agradable de estas actividades se queda para las plataformas virtuales (la interacción con los amigos, la búsqueda de pareja…), pero “no es lo mismo”.

A pesar de todo, Juan Pueblo no pierde el gusto por lo lúdico. Está en casa. Redescubre un poco su familia y los amigos. Y vuelven los juegos de mesa (de lo más vendido pasan a ser juegos de mesa como el Monopolio). Incluso, descubre que puede jugar parqués (parchis) en forma virtual, con amigos o familiares que están, bien sea en la misma casa o al otro lado del planeta. Y se divierte.

Sin embargo, se aburre también un poco. La vanidad la debe dejar de lado, pues no hay peluquerías o salones de belleza. Tampoco puede ir de compras, a buscar esa ropa que tanto le gusta comprar. Los centros comerciales están cerrados. Los grandes almacenes también. Toca esperar, pero igual da, mejor ser cauteloso en el gasto en esta coyuntura.

Como consumidor, Juan Pueblo se ha vuelto más cauto. Como quiere evitar el contagio, y dadas las complicaciones para salir a las tiendas (pico y género, pico y cédula, toques de queda en algunas partes donde la disciplina no ayuda a detener el contagio, restricciones de acceso a los supermercados, complicados protocolos de salud), opta muchas veces o por ir menos a la tienda pero comprar más cada vez que va, o por abastecerse mejor (por ejemplo, compra de enlatados o comida de más larga fecha de vencimiento); o, por ir a tiendas de barrio o pequeños supermercados, donde hay buen surtido pero donde es menos complejo el acceso. Como al principio del confinamiento, cuando se sobreabastece, sigue dando prioridad a categorías como alimentos, productos de aseo y limpieza. Aún el temor al contagio es muy fuerte. Por eso prefiere pagar vía online, a usar el riesgoso efectivo (por el contagio). Además, como algo sorprendente, una categoría que exhibe buenas ventas pasa a ser la del “auto consentimiento”: Juan Pueblo en todo caso está fuera de su zona de confort, y necesita cosas que le den “energía emocional”; aumenta así la compra de productos como los chocolates o los vinos. Juan Pueblo se cuida, y si puede, se consiente.

Mientras, ¿qué está pasando en la economía? Empieza a verse claro que el remedio es violento. El “corazón de la economía” dejó de latir. “No llega sangre a las extremidades…el cuerpo está fuertemente amenazado”. Casí que se corre el riesgo de haber cambiado “no morirse de Covid para morirse de hambre”. Se disparan los niveles de pobreza. El nivel de desempleo asusta. Se asoma un fenómeno muy complejo: el aumento de la inequidad social. Los sectores sociales van a padecer el efecto de la pandemia diferencialmente: los más pobres seguirán pobres, pero con más hambre; los más ricos seguirán siéndolo, incluso más que antes. Y la clase media, tan fundamental en la cohesión social y en el consumo, se verá fuertemente amenzada. ¡Tanto que le costó subir peldaños de la escalera social, para tener que bajarlos abruptamente!

¿Y el retail, las tiendas? Los más grandes buscan adaptarse lo más rápidamente posible a esta nueva coyuntura, aprendiendo de lo que ha ido pasando en otras partes, tan solo con pocas semanas de diferencia. Se van ajustando a protocolos de atención muy exigentes, que restringen el acceso del consumidor a las tiendas. Los Hard Discount (tiendas de descuento: D1, Ara, Justo & Bueno) siguen siendo grandes ganadores. Muchos distribuidores cierran en las primeras semanas, o atienden por teletrabajo. Las tiendas de barrio se mantienen en muchos casos abiertas, aprovechando que el comprador da preferencia a la cercanía (entre otras, por las restricciones de movilidad); pero también se apalanca en los domicilios. Este, un gran ganador; baste un ejemplo: Rappi colapsa el Día de la Madre. La magnitud de pedidos desborda cualquier previsión.

Y así, gradualmente, Juan Pueblo se va adaptando al confinamiento. No tiene opción, pero va encontrando cosas que le gustan. Y muy despacio, con mucha prudencia, el gobierno y los mandatarios locales, van reabriendo sectores de la economía. Y esta empieza a reactivarse. Después de la catástrofe de abril, y por esta liberación gradual y por la inyección de liquidez a la economía y las ayudas gubernamentales a sectores menos favorecidos, la economía empieza a mostrar signos de que va saliendo muy despacio del marasmo.

Dejaré para otro blog lo que compete a la salida gradual del confinamiento, y especialmente a las grandes preguntas que muchos se plantean: ¿cuantos de estos cambios en el comportamiento y el consumo, van a persistir cuando pase la pandemia, cuando aparecza la anhelada vacuna? Hay dos puntos de vista diferentes: uno plantea que los cambios que vemos son debidos (y sostenidos por) las circunstancias y que al pasar estas, desaparecerán. El otro plantea que habrá cambios de fondo, que han llegado para quedarase. Ya analizaremos un poco este tema, sumamente complejo. Nadie tiene aún la bola de cristal.

El consumidor cuando aparece Covid 19

Continuando un blog previo, me concentraré en analizar los fenómenos que han surgido este año a raiz de la pandemia que “cambió al mundo”. Desde la perspectiva del consumidor, tema en el que si bien no soy experto, me resulta muy interesante. En este primer blog sobre el apasionante asunto que marcará el año 2.020, y sin pretender la profundidad que los conocedores tienen, analizaré algunos temas interesantes de la reacción inicial, con énfasis en la variable que por uno de mis oficios mejor conozco: la emocional (la que hace complejo al ser humano).

Recién empieza el año, empieza a aparecer crecientemente en los medios un asunto de algo que sucedió en China, y que gradualmente empieza a preocupar cada vez más al mundo. Aparece un virus nuevo en Wuhan. Las noticias hablan de un origen ligado a una sopa de murciélagos (no ahondaré en este tema). Con lentitud el mundo empieza a poner atención creciente a la situación. Pero se demora. Aparentemente se perdió tiempo precioso para declarar la expansión del virus como pandemia. Y la reacción defensiva del mundo quizá entonces se demoró. Es simple: la sorpresa fué enorme; al inicio prima la confusión.

Al principio seguí muy poco el asunto. Con escepticismo, lo reconozco. Pero creo que cuando Occidente empieza a ver el caos que se produce, particularmente en Italia y luego en España, se empieza a entender que hay un serio problema en curso. El virus es muy fuerte, y no existe cómo hacerle frente. No hay medicamentos para enfrentarlo, y menos, una vacuna. Esta última, en la que se deposita la esperanza, se sabe que se tardará muchos meses en llegar, por el lento proceso con que se desarrolla el descubrimiento de una vacuna. Si bien los científicos, laboratorios farmacéuticos, gobiernos y demás, se ponen frenéticamente en la tarea del desarrollo de esta, nadie realista espera que aparezca antes de varios meses.

Y llegan los epidemiólogos. Y viendo las tasas de contagio del coronavirus, que hacia febrero es bautizado como Covid 19, aparecen los pronósticos aterradores. La tasa de mortalidad puede llegar a ser abrumadora. Y no hay con qué hacer frente a la amenaza, y en particular, la vulnerabilidad se evidencia en la fragilidad de los sistemas de salud, en todo el mundo, para atender la creciente y enorme amenaza. No hay suficientes elementos para lidiar con ella (UCIs, respiradores, reactivos para pruebas de diagnóstico, etc)….el mundo entra en pánico. Aparece así la emoción fundamental para entender esta fase inicial. El pánico, aquella emoción que se comporta como una espiral ascendente y descontrolada, a partir de un miedo inicial – racional, que se desborda por completo.

Solo queda por lo pronto una variable para hacerle frente a esta terrible situación que se instauró de un momento a otro, y que coge a toda la humanidad con la guardia descubierta: las medidas de distanciamiento social.

Asustados, los economistas ven la situación. No hay más opción. Pero les preocupa enormemente el altísimo costo que esto puede traer para la economía. Algo así como que de repente el corazón deje de latir, sin haber muerto el organismo. Se ve muy oscuro el panorama. Pero este no es el momento de los economistas….es el de los epidemiólogos. Ya llegará el momento de los economistas, cuando haya que ‘resucitar’ el colapsado organismo.

Este es un momento muy interesante, desde el punto de vista de las crisis. La reacción inicial a una crisis es fundamental, pero es crucial neutralizar el pánico. Y esto se logra con preparación previa. Y este es un caso sorpresivo, fulminante, y respecto del cual no hay de donde aprender. Hay que aprender, como dice el verso de Antonio Machado, “caminante no hay camino, se hace camino al andar…”….aprender haciendo camino.

Occidente se tarda en reaccionar.

Según se dice, China se demoró en transmitirle al mundo la información sobre lo que pasaba. Sin detenerse en este tema, muy ligado a aspectos geopolíticos, es interesante que cuando Occidente busca reducir la incertidumbre inicial, mira a China. Para ver cómo han manejado el problema. Por otro lado, una de las mejores reacciones la tiene Corea del Sur. Se enfoca en hacer tests para ver quién, sin saberlo, está contagiado. Y otras medidas relacionadas. ¿Cómo se explica esta reacción? Habían aprendido la lección de la epidemia del SARS que los afectó mucho en 2.003. Y Occidente también aprende de Corea del Sur

Mientras tanto, en Colombia….creo que la situación que se veía en los medios sobre la magnitud de lo que sucedía en España e Italia, que se sienten más cerca que China, empezó a subir los niveles de alerta. Y así vamos llegando a mediados de marzo, cuando Claudia López anuncia un simulacro obligatorio para prepararse para la cuarentena que viene, y a los pocos días, Duque nos envía a ese “eterno domingo” en que se convierte la cuarentena. De esa fase escribiré en el próximo blog.

Volviendo al tema central, el consumidor….en esta primera fase, sus emociones iniciales son el pánico, y ligado a este, la incertidumbre. Pero en un momento inicial el pánico se concentra en dos elementos: (1) el no contagio. Por ejemplo, esas filas de enfermos en los pasillos de los hospitales en España o la catástrofe que se ve en Guayaquil, generan enorme temor por quedar contagiado. Y, (2) el no tener qué comer durante los días que vienen. El temor al desabastecimiento, que se observa tan comúnmente en este tipo de situaciones (anaqueles desocupados luego de un terremoto, o cuando viene un huracán). Y se desatan dos tipos de compra, una más racional y la otra más irracional. La primera, la de productos que ayudan a disminuir la probabilidad de contagio (aseo, higiene, desinfección, limpieza, y todo lo que esté ligado), y principalmente, alimentos. Y la segunda, irracional no tanto por el tipo de compra sino por el desaforo, como se observó con la adquisición de papel higiénico, que se dió en muchas partes del mundo (foto).

Cadenas de retail como el Grupo Éxito, según relata en interesante entrevista Carlos Mario Giraldo, Presidente del GE, rápidamente buscan aprender capitalizando lo que han hecho cadenas en China o en Europa. Saben que la gran prioridad del momento es garantizar el abastecimiento.

Y ‘Juan Pueblo’ llena su despensa. Especialmente, para tener con qué comer o con qué desinfectar las cosas. Aún es muy temprano para él preocuparse por el tema de la economía. Por lo pronto el efecto no se nota, pues es posterior. Solo tiene mucha incertidumbre sobre el futuro: ¿Cuánto durará esta pandemia? ¿Qué pasará con el trabajo? ¿Resistirán los sistemas de salud, mientras llega la vacuna?

Y así, muy rápidamente, nos adentramos en la segunda fase, en la que es central aprender a vivir en un prolongado confinamiento. Lo cual la humanidad (actual al menos), desconocia. De esto ya escribiré en próximo blog.

2020: El año en que todo cambió

Es muy difícil analizar y escribir sobre algo que no sea el coronavirus. Simplemente porque es la apabullante realidad que vive la humanidad en este momento. Mucho se ha escrito, mucho se está escribiendo y mucho se va a escribir sobre este suceso que marcará muchas generaciones. En este blog y en el próximo quiero concentrarme un poco en dos temas relacionados, en los que no soy experto, pero que por afición el uno (economía) y por gajes de un oficio reciente el otro (mercadeo), me resultan de mucho interés.

Primero la economía. Con el Covid 19 se instaura, en todo el planeta, una profunda crisis. Comparable al parecer con la Gran Depresión de 1929, o en el mejor de los casos, con la Gran Recesión de 2007 y siguientes. De un momento a otro ocurre un tsunami que toma por sorpresa y con la guardia baja a todos los países y gobiernos del mundo, y a las empresas de todos los tamaños. Los bancos centrales, los gobiernos, buscan apresuradamente inyectar enormes recursos a la economía, para evitar un colapso gigantesco. Parar la economía con medidas de distanciamiento severas, probablemente inevitables, muestran en corto tiempo el enorme efecto colateral que cuidar la vida ha tenido. Veamos no más algunos datos, de Colombia.

En solo un mes o un poco más, ya se predice que a fin de año el nivel de pobreza se disparara más o menos en un 15%. El país tardó muchos años en sacar de la pobreza a un amplio porcentaje de la población. Y en buen grado gracias al viento a favor de la bonanza que tuvieron los países emergentes como Colombia, con ocasión del gran crecimiento de la economía china, que compraba cantidades ingentes de materias primas. Mientras Estados Unidos y Europa padecían los estragos de la crisis de la deuda hipotecaria, los países de América Latina vivían un muy buen momento. Algunos como Chile y Perú ahorraron parte de ese excedente, lo que les permite navegar mejor las aguas turbulentas de hoy día.

En solo el mes de abril el desempleo se disparó hasta el 19,8%, desde un 12,6% a fin de marzo, cuando ya se empezaban a manifestar los efectos del confinamiento obligatorio. Las empresas con muy bajo margen de liquidez (el oxígeno disponible), han debido sacar mucha gente al desempleo. Y aún así, muchas han quebrado (ejemplo: Latam, Avianca…a Ley deQuiebras en EEUU). Y ayer, el Banco de la República, muy preocupado por la situación, bajó la tasa de interés a un 2,5%, nivel nunca alcanzado desde que se mide este indicador. Las expectativas de caída del PIB van más o menos de un 2 a un 10% en 2.020.

Entiendo que aquí solo hay algo por hacer: inyectar cantidades ingentes de recursos a la economía, para evitar o paliar el efecto de quiebras por todas partes. Y especialmente, para evitar una gran crisis social (detrás del desempleo viene la pobreza, y detrás, el hambre…y detrás, la revuelta social, tan ansiada por los populistas). Y para inyectar grandes recursos no hay otra vía diferente al endeudamiento. El Gobierno no tiene más opción (para peor, gran fuente de ingresos para el país es el petróleo, cuyos precios están aún muy bajos, a pesar de alguna recuperación reciente).

Y la deuda la pagaremos todos, en algún grado u otro. Se llama Impuestos. El problema será que una vez pase la emergencia sanitaria y las cosas vuelvan a la “nueva normalidad”, seguiremos pagando altos impuestos por muchos años. Es como ir a un restaurante de lujo, y pedir vino, platos sofisticados, postres, etc. Terminada la comida aparece el mesero con la cuenta. Con la barriga llena uno sorprendido dirá: “pero quien pidió todo eso…está carísimo, yo no voy a pagar semejante robo”.

El ambiente es muy incierto. Me parece que en abril se tocó fondo. Probablemente mayo pueda ser algo mejor. Y quizá después de junio y julio, empiece una muy gradual recuperación. Pero pasará mucho tiempo hasta que llegue la solución a la crisis, que parece depender de la aparición de la tan anhelada vacuna. Solo la ciencia nos sacará de este lío. Pero se va a tardar. Así que todo parece girar en torno a lograr llegar a la orilla. Como el náufrago que queda en la mitad del mar y a varias millas de la playa, tras el hundimiento del barco en que viajaba. Solo le queda nadar y nadar, así se canse, hasta lograr llegar a la orilla.

Por último, lo interesante es ¿Qué aprenderá la humanidad con este tsunami que de repente nos dañó “las plácidas vacaciones en una paradisíaca playa” (por cierto, el inicio de 2020 pronosticaba un buen año)?

¿Seremos más frugales? ¿Ahorraremos más, y dejaremos un poco un consumo desorbitado e innecesario? ¿Nos endeudaremos menos (la deuda es la soga en el cuello que si las cosas se ponen adversas, alguien aprieta y nos asfixia)? ¿Seremos mejores consumidores (por ejemplo, productos más amistosos con el planeta)? ¿ Redefiniremos lo que es la riqueza, desplazándola un poco del eje material y del estatus? ¿ Daremos más importancia a la salud pública? ¿Haremos de la disciplina social un baluarte que muestra su valor en momentos como la crisis actual?

Muchos interrogantes. Pero solo uno en el fondo: ¿mostrará esta crisis que el Homo Sapiens si es Sapiens? Caray, confieso que a veces uno no está tan seguro.

Cayó el meteorito y se extinguieron los dinosaurios

El año 2.020 nunca va a ser olvidado, o al menos pasarán muchas décadas antes de que quede atrás en el tiempo. Creo que el mundo no vivía hace  muchisimos años un momento tan crítico, que afecta por completo a toda la humanidad, en forma increíblemente rápida. Nadie estaba preparado, aunque a posteriori descubrimos que era algo predecible.

Me concentraré en un punto específico, ligado al que ha sido por muchos años uno de los focos de mi experiencia profesional: el tema del empleo.

Ya atrás me había referido a los profundos cambios que la era digital estaba trayendo al mundo del trabajo, y en concreto, al concepto de empleado. Aquel que fue por muchos años el núcleo del sueño de vida de la mayoría de las personas en etapa productiva. Estudiar, encontrar un buen empleo, trabajar duro, ascender, construir al amparo de una estabilidad laboral un patrimomio, y un día, pensionarse e irse tranquilo a vivir la Tercera Edad. Aquello que marcó generaciones, ya no existe.

Así, lo que ya venían anunciando las tendencias recientes (longevidad creciente,  Cuarta Revolución Industrial, etc), que mostraban nubarrones en el horizonte, vino a ser acentuado por una gigantesca disrupción. Que ha puesto en jaque a todo el mundo. La GRAN DISRUPCIÓN. Y la trae el COVID 19. Que cambió todo!

En el aspecto económico, sin entrar en el dilema sinsentido de ‘muertes vs pobreza’, parece muy claro que el remedio (aislamiento y tremendo efecto en la economía) ha sido muy costoso para la economía mundial. EEUU es buen ejemplo. Un Trump 99% seguro hasta hace poco de su reelección, por cuenta entre otras de una economía floreciente, ve su continuidad en riesgo por cuenta del desastre que ha traído el Covid 19. Un aumento del desempleo enorme, y una caída del PIB nunca esperada. Y a la vuelta de 2 meses. Y así, el resto del mundo.

Y yendo al punto….empresas que quiebran; industrias tremendamente amenazadas (aeronáutica, turismo, hotelería, restaurantes, etc, etc, etc). Y consecuentemente, un aumento increíble en los niveles de desempleo, y por ende, en los niveles de pobreza. Colapsan gigantes, desde la enorme Avianca, hasta – increíblemente- empresas disruptoras como Airbnb.

Quién se puede sentir seguro ya? Realmente, nadie. Algunos pocos han sacado partido (los grandes multimillonarios del mundo). Pero la enorme mayoría navega hacia una gran pobreza, y hacia un mundo donde va a ser muy difícil encontrar formas de subsistencia económica similares a las que había. No hay que decirse mentiras: mucha gente no volverá al estado previo…a antes de inicios de 2.020.

Y ahora si, al punto: qué salvará al individuo ante tamaña coyuntura adversa?

Creo que solo una cosa: cambiar la definición de sí mismo, en lo productivo. Pasar de una definición “cómoda”, segura, en la que se concibe como alguien que basa su subsistencia en ser un “objeto del deseo” – transitorio – de un empleador, a ser un “generador de valor para otros”. Si la persona basa su seguridad en saber que puede generar valor a otros, sin depender de intermediarios (por ejemplo, empleadores), probablemente podrá encontrar una seguridad menos ficticia. No importa si es empleado, asesor, creador de exitosas aplicaciones, etc. Sabrá que su supervivencia y bienestar radicará en generar real valor a otros. El resto, un mito.

Covid va a cambiar muchas cosas. Nos recordará que somos profundamente vulnerables. Quien capitalice la lección será aquel que entienda que la seguridad no está en las circunstancias que nos rodean; sino que está en la capacidad de luchar y de adaptarse a contextos que pueden ser favorables, o no.

Es decir, quien opte por no basar su subsistencia en lo que la basaron los dinosaurios (adaptación exitosa pero transitoria y vulnerable). Porque a veces caen inesperados meteoritos.